El revolucionario Jean-Jacques Rousseau [1979].
El
revolucionario Jean-Jacques Rousseau.
En
“La
reforma penal de la Ilustración”,
Manuel de Rivacoba señaló que, dentro del setecientos, se dibujan
dos períodos, inmediatamente sucesivos e íntimamente conectados:
Ilustración y Revolución. El segundo
imprime al primero impulso y operatividad, rompe las limitaciones que
le constituían y configuraban, extrema sus ideas y extrae en el
pensamiento y en los hechos las últimas consecuencias de sus
postulados y finalidades. Advierte, sí, que más que de períodos en
sentido cronológico se trata de etapas o fases en sentido cultural,
con cuanto el complejo concepto de cultura abarca, y que, por
semejante razón, no se dan de manera separada, aunque fuese con
contigüidad, en el tiempo.
Personificando
tales fases, recuerda y contrapone a
Montesquieu y Voltaire, "el amigo de la humanidad”, con
Rousseau, Robespierre y Marat, "el amigo del pueblo".
Reseñó:
“En lo
político,
resume con mucha concisión y acierto la posición de los primeros la
máxima de Turgot ‘todo para el pueblo, pero sin el pueblo’, el
cual es o debe ser, en cambio, para los segundos, el principal actor
de la vida pública y sus mutaciones”.
De
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Rivacoba promovió la publicación
de dos Discursos, mediante la colección Juristas perennes, del sello Edeval. En un breve prólogo, fechado en 1979 -aunque
suscrito también por otra persona, el estilo y la orientación dan
pie para concluir que la tarea fue esencialmente de Manuel-, se
expresó:
“… pocos pensadores han influido tanto como Rousseau en el
desarrollo del Derecho político y la Ciencia política de los
dos últimos siglos. Ciertamente, su obra fundamental, en este
aspecto, es El
contrato
social, de
la que escribió el insigne don Fernando de los Ríos, al traducirla
en 1921, que plantea los problemas de la vida civil "sobre
tales bases, que siempre habrán de necesitar ser, o confirmadas, o
contradichas, y,
en
todo caso, nadie podrá dejarlas de tomar como puntos de referencia",
ocupándose, así, de
"cuestiones que, por ser principales, han de ser permanentes".
Mas el propio De los Ríos advierte que el pensamiento capital del
Contrato
social es una
respuesta que
surge de la hipotética construcción que hace Rousseau
de la Humanidad en su profundo, jugoso y sugerente Discours
sur l’origine de l’inégalité parmi les hommes; y
, de modo semejante, con su alta autoridad señala Rodolfo Mondolfo,
respaldándose en textos y afirmaciones rousseaunianas, que este
Discurso
"es,
en verdad, la continuación del primer Discurso
a
la vez que el preludio y
la
introducción necesarios al Contrato
social y al
Emilio".
De
suerte, pues, que hay en el pensamiento y en la producción política
de Rousseau una continuidad indudable, que arranca del Discurso
sobre las ciencias y las artes y
pasa por otros escritos menores para granar en el Discurso
sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y madurar
en El
contrato
social. O
como
dice Antonio Rodríguez Huéscar: "El radicalismo juvenil de
aquel primer escrito se atenuó y
templó
posteriormente, pero su idea fundamental, a saber, la estimación del
<<estado
de naturaleza» como el estado más perfecto del hombre, en
contraposición al <<estado
civil», origen de toda perversión, permaneció firme a lo largo de
toda su obra y la informó como
su
principio esencial".
Se
comprenderá, por ello, que, dentro de las obras políticas de
Rousseau, sea El
contrato la
más difundida, pero que no importa menos conocer sus Discursos.
Unido
esto al hecho de que, aunque no faltan ediciones de los últimos
en castellano, abundan harto menos que las del primero, nos ha
decidido a alumbrar la presente, en la que recogemos ambos en un solo
volumen.
También nos ha impulsado la consideración de que prestamos así un
servicio
a los estudios y a los estudiosos, pues cuanto los Discursos
son
de célebres, suelen tener de poco leídos. Y
hemos
escogido para nuestro
propósito
dos versiones de gran fidelidad y prestancia: la de Edmundo
González-Blanco para el Discurso
sobre las ciencias y las artes, y
la de Angel Pumarega
para
el Discurso
sobre el origen de la desigualdad los hombres, que
vieron por primera vez la luz en Madrid los años, respectivamente,
1915 y 1923, cada una con algunas notas escuetas de los propios
traductores, que ayudan a comprender determinados pasajes o
alusiones del original o los fragmentos latinos insertos en el mismo.
Antes
de concluir, débese precisar —sobre todo, para el lector que se
inicia— que, por más que suela mencionárselos abreviadamente, las
denominaciones verdaderas
y completas de estos Discursos,
en
francés, son, por su orden, las siguientes: Discours
qui a remporté le
prix á
l’Académie de Dijon, en l’année 1750, sur cette question,
proposée par la méme Académie: Si le rétablissement des Sciences
et des Arts a contribué á épurer les moeurs? (Discurso que ha
obtenido el premio de la Academia de Dijón, el año 1750, sobre esta
cuestión, propuesta por la misma Academia: Si el progreso de las
ciencias y las artes ha contribuido a mejorar las costumbres), y
Discours
sur l’origine et les fondements de
l'inégalité parmi les hommes (Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres). Este
fue escrito para un nuevo concurso convocado por la Academia de
Dijón, en 1753, sobre la cuestión Quelle
est l’origine de l’inégalité parmi les hommes,
et
si
elle est autorisée par la lo¡ naturelle? (¿Cuál es el origen de
la desigualdad entre los hombres, y si está autorizada por la
ley natural?); pero,
presentado a él, no logró, como el anterior, los honores del
premio., que fue concedido a otro Discours,
publicado
el año 1754 en un folleto de treinta y cinco páginas en
octavo, cuyo autor era el abate Talbert, predicador distinguido
en su época y autor también de diversos elogios y
poesías
premiadas en diferentes Academias provincianas. A pesar de todos los
galardones, su Discurso,
sus
elogios y sus versos están por igual olvidados hace mucho tiempo; y
su nombre acaso no se recuerde sino por haber alcanzado el premio en
un certamen al que concurrió Rousseau, con una de sus obras más
famosas. Lo cual, por lo demás, muy lejos de constituir un caso
aislado, se parece a lo que ocurrió en otros concursos
semejantes, entre los innumerables celebrados durante la centuria
décimoctava, que vinieron a configurar una característica de
ella en el aspecto cultural; y, así, cabe citar, a modo de ejemplo,
el concurso
convocado
para 1779 por la Sociedad Económica de Berna en 1777,
en
el que triunfó la memoria presentada por dos obscuros juristas
sajones, Von Globig y Helster, pero del que para la posteridad ha
quedado la obra con que acudió un médico, Marat.
Y,
en
fin,
conviene puntualizar que de la pluma de Rousseau salió asimismo otro
Discurso: Discours
sur cette question, proposée en 1751
par
l’Académie de Corse: Quelle est la vertu la plus nécessaire aux
héros, et quels son
les
héros á qui cette vertu a manqué? (Discurso sobre esta
cuestión, propuesta en 1751 por la Academia de Córcega: ¿Cuál es
la virtud más necesaria
a
los héroes, y cuáles son los héroes que han carecido
de
ella?). Compuesto
en 1751,
fue
publicado en
Lausana
durante el invierno de 1768, sin participación ni conocimiento del
autor, quien advierte de ella: “Esta pieza es muy mala, y me
percaté tan inmediatamente después de haberla escrito, que no me
digné ni enviarla. Es fácil hacerlo menos mal sobre el mismo tema,
pero no hacerlo bien, pues jamás puede darse una
buena
respuesta a preguntas frívolas. Siempre es una lección útil que
puede sacarse de un
mal
escrito". Y digamos todavía que indebidamente se ha dado en
muchas ediciones el nombre de Discurso,
a otro
escrito rousseauniano, De
l’économie
politique, que
no
es
otra cosa que un largo artículo de la gran Enciclopedia
francesa
del siglo XVIII, la Enciclopedia
por
antonomasia, en cuyo tomo V apareció, en París, el año 1755.
Por
todo lo cual, se presenta este volumen bajo el sencillo título
de Discursos,
pues,
de los tres que Rousseau produjo, se agrupan en él los dos
verdaderamente importantes, que han gravitado en la posteridad y
que conservan y
prometen
perennidad”.
…
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