MANUEL
DE RIVACOBA Y PABLO NERUDA
Dentro del proceso judicial que sustancia
el ministro Mario Carroza, en estos días deberían exhumarse los restos de
nuestro poeta y premio nobel.
Si
la memoria no nos traiciona, fue al término del año 1980 que, siendo
estudiantes de Derecho penal I, y deseando saludarle, promovimos una visita a Manuel,
en su departamento de Viña del Mar. Como era fin de año, para regalarle
ubicamos un texto de Pablo Neruda, “Los
versos del capitán”.
Invitamos a otros estudiantes en quienes percibíamos aprecio por Manuel.
Entonces, cultivábamos un nexo fraterno que duraría hasta su muerte. Esa
tarde nos recibió cordialmente; ignorando el motivo de la visita y siendo
evidente su curiosidad, le explicamos que queríamos saludarle, iniciando un
diálogo que sustentó una cálida velada. Al abrir el regalo combinó extrañeza y
alegría, haciéndonos presente que “… en
España, pues, en esta fecha sólo se
regala a los niños...”.
Un
domingo del año 2000 le llevamos a Isla Negra, a la casa museo de Neruda; en
dicha tarde, nos comentó haber conocido personalmente al poeta, en los inicios
de los años 70; ejerciendo como dirigente de la República Española en el exilio;
junto a otros republicanos, le visitó, para solicitarle prologar un libro que
deseaban publicar.
Tocando
el tema de en quiénes había quedado la administración de sus inmuebles,
derechos literarios y otros bienes, Manuel reflejó ironía y a la vez
tristeza, recordándose la extrema ingenuidad o credulidad de los comunistas
chilenos (en plural), específicamente al haber confiado en aquellas personas
que hasta hoy controlan el legado cultural, material y jurídico del poeta.
Es
que, en definitiva, sus bienes no tuvieron el destino que en vida Neruda
deseó, es decir, administración, uso y goce por organizaciones universitarias y
de trabajadores.
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