Represión y mentira oficial, institucionalizadas en Chile.

¿No les llama la atención que, en Chile, Carabineros apalea estudiantes pero no encauza su acción hacia vándalos, y, por el contrario, les deja actuar con intensa cobertura de los canales de TV?

El caso del estudiante Rodrigo Avilés, azotado mediante un chorro de carro-guanaco y que violentamente fue ingresado a un furgón policial (y hoy en crítico estado de salud), evidencia –nuevamente- la brutalidad policial (“excesos” según el lenguaje acomodaticio), alentada desde el poder político.
Respecto de la conducta de Carabineros, procede considerar a quienes les orientan, instigan o inducen. La cabeza de Carabineros es el Gobierno, el cual diseña y orienta su formación (operando la potestad reglamentaria presidencial), y manda y controla su actividad (Presidencia de la República, Ministerio del Interior, Intendentes y Gobernadores):
Carabineros de Chile es una Institución policial técnica y de carácter militar, que integra la fuerza pública…; su finalidad es garantizar y mantener el orden público y la seguridad pública interior
Dependerá directamente del Ministerio del Interior y Seguridad Pública... se relacionará con los Ministerios, Intendencias, Gobernaciones y demás autoridades Regionales, Provinciales o Comunales, por intermedio de la Dirección General, Altas Reparticiones, Reparticiones y Unidades…” (ley 18.961, Orgánica Constitucional de Carabineros, art. 1).

Brutalidad estimulada por el poder mediático, de TV y prensa escrita. Dirigiendo y operando los intereses del gran empresariado (sean los Luksic u otros semejantes), en estos años han estigmatizado y criminalizado la protesta colectiva, reproduciendo y difundiendo sólo imágenes de violencia marginal, ocultando la médula de las actividades masivas, sus contenidos de requerimiento económico, social y jurídico, y la altísima convocatoria que logran.
Estigma, criminalización y desprecio al prójimo que han conseguido expandir también en sectores de la población civil. El doble homicidio de estudiantes, perpetrado hace unas semanas en Valparaíso, encuadra dentro del clima que han impuesto, ambiente que allí tomó, como ejecutor directo, a un “perfecto idiota”, como lo calificó el escritor Pedro Cayuqueo.
No sólo el hecho en sí, sino también no pocas reacciones sobre estos homicidios, dan señales del germen fascista (desprecio hacia la persona y a su dignidad), que en estos años los intereses empresariales y políticos  -a través de sus medios de deformación social- han logrado introducir en capas de la población chilena.
Hoy, la cúpula de Carabineros no han podido sino reconocer lo que hace pocos días, en 200 páginas de su “informe oficial” había negado, incluso sarcásticamente (para ellos, las zapatillas de Rodrigo habrían sido las “responsables”). Y corta hacia la parte más débil, encauzando el desahogo público (y la sanción sin proceso) hacia el funcionario menor.
Por su parte, TVN tardó casi una semana en publicitar un ilustrativo video, y sólo lo hizo una vez que una empresa periodística internacional publicó fotos del hecho.
Este 28 de mayo se ha persistido en repetir la brutalidad policial y su rol provocador, y también la tergiversación mediática, pese a las trágicas consecuencias de la pasada semana.