“…está distinción y
contraposición formal no es ajena a una diversidad material entre los objetos
naturales, nacidos por sí y entregados a su propia existencia, y los objetos
culturales, producidos o, a lo menos, cultivados intencionadamente por el hombre,
actuando según fines valorado o, en otros términos, en atención a los valores
ínsitos en ellos. Por consiguiente, se entiende que los objetos son naturales
cuando se los mira sin referencia a valor alguno, mientras que los objetos
culturales están siempre referidos a algún valor, y por esto se los llama
bienes. Pero, en definitiva, predomina
en la diferenciación un criterio formalista, pues la estimación en él de un
valor nos hace separar un objeto de la homogeneidad y generalidad
cuantitativa, en que se halle inserto y apreciarlo en su heterogeneidad y
singularidad cualitativa, y, así, un mismo objeto, contemplado en relación a
un valor, es objeto cultural, y, descartando toda consideración valorativa,
natural; por lo que muy lógicamente dice Rickert: ‘La realidad se hace naturaleza cuando la consideramos con referencia a
lo universal; se hace historia cuando la consideramos con referencia a lo
particular e individual”.
Comprendiendo el Capítulo I (págs. 19 a 34) de la
parte introductoria de su libro Elementos
de Criminología (EDEVAL, Valparaíso, 1982),
Manuel de Rivacoba regaló una hermosa e ilustrativa descripción, que incluye -como
tema- la clasificación de las
ciencias.