FOUCAULT, LA
ESCUELA DE FRANKFURT Y HABERMAS.
Hace
90 años, en 1923, fue oficialmente
creado el Institut für Sozialforschung (Instituto
de Investigación Social), que albergó -en
considerable período- el trabajo de la llamada Escuela de Frankfurt. Una descripción detallada -y cautivadora- de
ésta la ofreció Martin Jay en 1971 (“La
imaginación dialéctica”).
El enfoque que sobre ella expresó FOUCAULT lo
relata su biógrafo Didier Eribon:
“Pero esta convergencia, esta proximidad que Foucault
establece entre la interrogación francesa en la historia y la teoría crítica,
no ha culminado en un encuentro efectivo. FOUCAULT lo lamenta en la medida en
que, dice, si hubiera conocido la Escuela de Frankfurt más tempranamente,
habría evitado ‘muchas estupideces’
que pudo decir y ‘muchos rodeos’ que
pudo hacer al seguir su propio camino.
En las entrevistas
con Trombadori, se expresa en términos casi idénticos:
‘Cuando le
reconozco todos estos méritos a la Escuela de Frankfurt, lo hago con la mala
conciencia de quien habría debido leerlos antes, que lamenta no haberlo hecho
antes y que se dice, en una suerte de oscilación: si hubiera leído esas obras,
hay un montón de cosas que no hubiera necesitado decir, y de errores que no
hubiera cometido, mucho trabajo que me habría ahorrado. Pero acaso también
tengo una satisfacción, porque tal vez, si los hubiera leído muy joven, me
habría sentido tan seducido que no habría hecho otra cosa que comentarlos.
Respecto de esas influencias retrospectivas,
de esa gente que habría podido tener en uno una influencia inmensa y que sólo
se descubre después de la edad en que se habría podido ser permeable a dicho influjo, uno no sabe si
debe alegrarse o desconsolarse.’
¿De qué naturaleza es pues
esta ‘influencia inmensa’? La Escuela
de Frankfurt, dice FOUCAULT, planteó un ‘problema fundamental’, el de los ‘efectos de poder ligados al ejercicio de una
racionalidad’ que se ha forjado histórica y geográficamente, en Occidente,
a partir del siglo XVI. El destino económico, social, histórico, cultural,
científico de las naciones occidentales ha estado profundamente ligado a la
puesta en marcha de esta forma de racionalidad”.
En cuanto a Jürgen Habermas, su viraje, su paso a la vereda de enfrente, ya se divisaba en 1981. Ese año, el alemán recibió una invitación desde Francia, desde el mismo centro en el cual enseñaba Foucault. Didier Eribon, señala: “Interrogué a Paul Veyne sobre este episodio y he aquí su respuesta:
‘Yo y sólo yo invité a Habermas al Collège; FOUCAULT
no estaba enterado.’ Veyne precisa que ignoraba todo de la evolución
intelectual de Habermas, de la que sólo conocía, en realidad, textos ya
envejecidos como Connaissance et intérêt. Siempre lo había considerado como un heredero
de la tradición crítica de la Escuela de Frankfurt (el ‘pensador que mezcla las cartas’).”
Continúa Eribon: “En
aquella época yo era periodista de Libération y tenía que dar cuenta de estas
conferencias. En mi conclusión, quería participar el sentimiento de malestar
que había tenido al escuchar al filósofo alemán. Iba y venía sobre las mismas
frases pero sin estar satisfecho del resultado. Se lo conté a FOUCAULT, quien
insistió para proporcionarme esa conclusión. Por consiguiente, es el autor de
las últimas líneas del artículo: ‘Entre
las dos guerras, la Escuela de Francfort había trastornado la filosofía
institucional operando un desplazamiento de las categorías a los problemas
políticos contemporáneos. Ayer y antes de ayer [las conferencias de Habermas] teníamos
la impresión de que el trayecto de Habermas era inverso: trasladar todo lo que
sucede fuera del campo universitario en el dominio político, cultural, social,
hacia un discurso establecido.”
[de
Michel Foucault y sus contemporáneos, por Didier Eribon, traducción de
Viviana Ackerman, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, págs. 273 y ss.]
Viviana Ackerman, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, págs. 273 y ss.]