GIOVANNI FALCONE Y PAOLO BORSELLINO: 25 AÑOS DE SUS ASESINATOS.






















Giovanni Salvatore Augusto Falcone, asesinado en Sicilia el 23 de mayo de 1992 junto a su cónyuge Francesca y varios custodios, y Paolo Emanuele Borsellino, asesinado dos meses después, fueron juristas que -junto a otros- y ocupando funciones en el órgano persecutor italiano, condujeron honesta y valientemente el combate contra la mafia siciliana y, también, contra el aparato político que la protegía, aparato cuyo más alto exponente fue Giulio Andreotti, durante varios periodos presidente del Consejo de Ministros.

Se cumplen 25 años de sus homicidios.

Vale considerar sus vidas y su acción, motivadas en la solidez ética que albergaron y que encarnaron –literalmente- hasta sus muertes.
 
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Su título (“Cadáveres excelentes”) refiere el nombre del notable filme de 1975, de Francesco Rosi.

También recomendable, esta vez sobre el caso del general Carlo Alberto dalla Chiesa, es un filme de Giuseppe Ferrara (1984), que convocó en el rol principal –también- al talentoso Lino Ventura.

MAFIA POLÍTICO-EMPRESARIAL CHILENA COMPLEMENTA IMPUNIDAD.



IMPUNIDAD PARA POLÍTICOS Y EMPRESARIOS:
Servicio de Impuestos Internos ignora a Fiscalía y cierra sin querellas casos por financiamiento irregular

Ante ello, críticas meramente “diplomáticas” y curiosa resignación de la dirección del órgano persecutor. Recordemos que las jefaturas de ambas estructuras son designadas por el aparato político-partidario. Se añade a la titularidad exclusiva suministrada a la Fiscalía Nacional Económica, revelándose como voluntad política.

[por El Mostrador 16 abril de 2017]

Con esto se concreta la decisión del actual director del SII, Fernando Barraza, de elegir la vía pecuniaria y no la penal, para sancionar y restituir los perjuicios fiscales ocasionados por las empresas que se investigaron en el marco de los dos casos más emblemáticos de financiamiento ilegal de la política: Penta y SQM.

Hace dos semanas, fiscalizadores de la Dirección de Grandes Contribuyentes del Servicio de Impuestos Internos (SII) dieron inicio a un masivo proceso de notificación de "actas de denuncia" a empresas que habían sido conectadas a pagos irregulares a políticos, en las causas Penta y SQM, pero que no contaban con querella por parte del organismo. Lo anterior se traduce en que tienen 10 días hábiles para presentar sus descargos o allanarse al proceso de cobros de multa por infracción tributaria.

En pocas palabras: con esto se concreta la decisión del actual director del SII, Fernando Barraza, de elegir la vía pecuniaria y no la penal, para sancionar y restituir los perjuicios fiscales ocasionados por las empresas que se investigaron en el marco de los dos casos más emblemáticos de financiamiento ilegal de la política.

Según lo publicado por La Tercera, entre las empresas que han recibido las llamadas "actas de denuncia" y que deberían, en lo pronto, presentarse ante los Tribunales Tributarios Aduaneros, se encuentran: Bci, Eccsa (Ripley), Empresas Copec, Inversiones Siemel, Abastible, Watt’s, Forestal Arauco, Celulosa Arauco, CorpBanca, Inversiones Caburga e Inversiones Newport, entre otras.

Según fuentes del SII, el Fisco lograría recaudar poco más de mil millones de pesos por medio de multas que van desde el 50% hasta el 300% del perjuicio fiscal generado por cada una de las empresas que declararon de forma maliciosamente falsas facturas y/o boletas, incorporándolas a su contabilidad y, de esta forma, rebajando sus bases imponibles. Sin embargo, esta operación solo abarca los últimos cuatro años tributarios, es decir, desde el año 2012 (puesto que ese es el plazo en que prescribe la acción pecuniaria).

Cabe destacar que las sociedades que hoy el SII está llevando por la vía de las “actas de denuncia” están vinculadas a pagos recibidos por personas del ámbito políticas. Por ejemplo, muchas de esas empresas figuran en las investigaciones del Ministerio Público con aportes realizados al ex precandidato presidencial Laurence Golborne, a cuya campaña contribuyeron, entre otras, Ripley (Comercial Eccsa S.A.), Bci y Watt’s.

También, Ripley rectificó un pago hecho a Asesorías Credo Ltda., una de las empresas proveedoras en la campaña de Michelle Bachelet en 2013.

Las sociedades Inversiones Caburga e Inversiones Newport, por su parte, hicieron rectificaciones tributarias por pagos realizados en 2009 a sociedades y personas ligadas a los candidatos presidenciales de ese año: Sebastián Piñera y Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

CorpBanca, en tanto, aparece en los expedientes con un pago realizado a un ex asesor del ex alcalde Pablo Zalaquett.

La mayor cantidad de empresas incorporadas a este procedimiento masivo del SII, sin embargo, integran el grupo Angelini: Empresas Copec, Celulosa Arauco, Abastible, Forestal Arauco e Inversiones Siemel. Las dos primeras compañías hicieron pagos en 2012 por más de $ 200 millones en total a Asesorías y Negocios, la empresa del operador PPD Giorgio Martelli y ex recaudador en la campaña de Bachelet.

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SERVICIO DE IMPUESTOS INTERNOS:
El instrumento para detener las investigaciones de financiamiento irregular de la política

La Fiscalía ha anunciado un "carpetazo" luego de la decisión del SII de no avanzar en la persecución penal

[por El Mostrador 17 abril de 2017]

El Ministerio Público anunció que deberá archivar o no perseverar en causas vinculadas al financiamiento irregular de la política. Esto, luego que el Servicio de Impuestos Internos desistiera de querellarse. Fiscalía criticó la exclusividad del organismo para perseguir delitos tributarios. Desde la llegada de Fernando Barraza a la dirección del SII y de Bernardo Lara a la subdirección jurídica, la institución ha desestimado la vía penal, priorizando el pago de impuestos adeudados y "cuidando" a los posibles políticos involucrados.

La doctrina Barraza-Lara de priorizar el pago de impuestos adeudados antes que la persecución penal, y solucionar lo más posible mediante la vía administrativa antes que recurriendo a tribunales comunes, se ha impuesto al interior del Servicio de Impuestos Internos (SII).

"Ante numerosos oficios de diferentes fiscales a cargo de investigaciones que involucran hechos constitutivos de delitos tributarios, el Ministerio Público ha resuelto archivar o no perseverar en estas investigaciones (vinculadas al financiamiento irregular de la política) cuando no ha obtenido respuesta del Servicio de Impuestos Internos, SII, cada vez que frente a los mismos hechos el Servicio ha decidido recurrir a los Tribunales Tributarios. La fiscalía ha tomado tal decisión en el entendido de que no se ejercerá, por ahora, la acción penal", anunció el Ministerio Público a través de un comunicado en relación a las causas.

"La línea seguida por la fiscalía apunta a evitar mantener vigentes investigaciones que no pueden prosperar, sin la previa instancia del Servicio”, agregó la fiscalía.

Por tal razón, el Ministerio Público criticó la exclusividad del SII para perseguir delitos tributarios: “Los delitos relacionados con la recaudación de recursos públicos son especialmente graves, pues atentan contra el interés de cada uno de los ciudadanos y del país en su conjunto. En esta perspectiva es que la fiscalía no puede dejar de insistir en que el ejercicio de la acción penal en materias de delitos tributarios, electorales y también de colusión debiera estar en manos del Ministerio Público, pues es el órgano constitucional autónomo que tiene la exclusividad en la dirección de las investigaciones penales, lo que aseguraría la plena igualdad de las personas ante la ley”.

La determinación del SII se enmarca en la política puesta en práctica por su director Fernando Barraza y el subdirector jurídico Bernardo Lara. Este último es conocido al interior del organismo por priorizar el pago de los impuestos adeudados antes que perseguir responsabilidades penales, siendo además un hombre muy cercano al oficialismo. Lara es de la línea de resolver administrativamente todo lo que sea posible, y así lo ha venido haciendo, evitando a los tribunales penales.
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Jacques RANCIÈRE: "La denuncia del populismo quiere consagrar la idea de que no hay alternativa".













De www.eldiario.es, edición de 19 de diciembre de 2016.

"¿Qué es un populista, tal y como lo definen hoy nuestras élites gubernamentales y sus ideólogos? A través de todas las oscilaciones de la palabra, el discurso dominante parece caracterizarlo mediante tres rasgos esenciales: un estilo de interlocución que se dirige directamente al pueblo al margen de sus representantes y sus notables; la afirmación de que gobiernos y élites dirigentes se preocupan más de sus intereses que de la cosa pública; una retórica identitaria que expresa el miedo y el rechazo de los extranjeros".

El filósofo Jacques Rancière desmonta esta palabra-amalgama.

Están de acuerdo desde Juan Luis Cebrián hasta Federico Jiménez Losantos, el nuevo demonio se llama "populismo". Trump, Grillo, Le Pen, Pablo Iglesias... El término "populista" amalgama a todos ellos, los asimila al totalitarismo y nos presenta la política oficial como única salvación.

Según el siguiente artículo del filósofo Jacques Rancière, con el término "populismo" se quiere fabricar una cierta imagen del pueblo: bruto, desesperado, ignorante y racista. Una jauría humana habitada por rechazos irracionales tanto de los gobernantes como de "los otros" en general.

Pero el racismo a día de hoy, por ejemplo, es sobre todo una "política de arriba" que precariza a una parte de la población en cuanto a sus derechos como trabajadores y ciudadanos (con mil formas de discriminación y exclusión). Una política de las élites, apoyada y legitimada por la cultura oficial y los intelectuales mediáticos.

El uso mediático-estratégico del término "populismo" quiere hacernos creer que "debemos ponernos en manos de los que gobiernan y que toda contestación de su legitimidad es una puerta abierta al totalitarismo". En definitiva, que no hay alternativa a los consensos oficiales.

A continuación, este artículo de Jacques Rancière que apareció primero en el diario Libération el 3 de enero de 2011 con el título de "El populismo inencontrable". Y modificado, fue incluido después en el libro colectivo ¿Qué es el pueblo?, publicado en castellano en 2014 por la colección de ensayo "Pensamiento Atiempo", en Casus Belli ediciones, y traducido por Javier Bassas. 

La denuncia del 'populismo' quiere consagrar la idea de que no hay alternativa
No pasa un día sin oír a alguien en Europa denunciar los riesgos del populismo. Pero no es fácil captar lo que la palabra significa exactamente. En la América Latina de los años 1930 y 1940 sirvió para designar cierto modo de gobierno que instituía entre un pueblo y su jefe una relación de encarnación directa, pasando por encima de las formas de representación parlamentaria. Este modo de gobierno, cuyos arquetipos fueron Vargas en Brasil y Perón en Argentina, fue rebautizado como "socialismo del siglo veintiuno" por Hugo Chávez.

Pero lo que se designa actualmente bajo el nombre de populismo en Europa es otra cosa. No es un modo de gobierno. Es, al contrario, cierta actitud de rechazo frente a las prácticas de gobierno reinantes. ¿Qué es un populista, tal y como lo definen hoy nuestras élites gubernamentales y sus ideólogos? A través de todas las oscilaciones de la palabra, el discurso dominante parece caracterizarlo mediante tres rasgos esenciales: un estilo de interlocución que se dirige directamente al pueblo al margen de sus representantes y sus notables; la afirmación de que gobiernos y élites dirigentes se preocupan más de sus intereses que de la cosa pública; una retórica identitaria que expresa el miedo y el rechazo de los extranjeros.

Está claro, sin embargo, que estos tres rasgos no están ligados por ninguna necesidad. Que exista una entidad llamada pueblo que es la fuente del poder y el interlocutor prioritario del discurso político es lo que afirman nuestras constituciones y la convicción que los oradores republicanos y socialistas de antaño desarrollaban sin segundas intenciones. No se vincula a ello ninguna forma de sentimiento racista o xenófobo. Que nuestros políticos piensan más en su carrera que en el porvenir de sus conciudadanos y que nuestros gobernantes vivan en simbiosis con los representantes de los grandes intereses financieros es una afirmación que no necesita demagogia alguna para ser proclamada.

La misma prensa que denuncia las derivas "populistas" nos ofrece, día tras día, los testimonios más detallados a este respecto. Por su parte, los jefes de Estado y de gobierno tildados a veces de populismo, como Berlusconi o Sarkozy, evitan propagar la idea "populista" de que las élites están corrompidas.

El término "populismo" no sirve para caracterizar una fuerza política definida. Al contrario, extrae su provecho de los amalgamas que permite entre fuerzas políticas que van de la extrema derecha a la izquierda radical. Tampoco designa una ideología ni siquiera un estilo político coherente. Sirve simplemente para dibujar la imagen de cierto pueblo.

Porque "el pueblo" no existe. Lo que existe son figuras diversas e incluso antagónicas del pueblo, figuras construidas que privilegian ciertos modos de reunión, ciertos rasgos distintivos, ciertas capacidades o incapacidades: pueblo étnico definido por la comunidad de la tierra o de la sangre; pueblo–rebaño vigilado por los buenos pastores; pueblo democrático que pone en marcha la competencia de los que no tienen ninguna competencia particular; pueblo ignorante que los oligarcas mantienen a distancia, etc. La noción de populismo construye, por su parte, un pueblo caracterizado por la alianza temible de una capacidad –el potencial bruto de la mayoría– y de una incapacidad –la ignorancia atribuida a esa misma mayoría–.

El tercer rasgo, el racismo, es esencial para esta construcción. Se trata de mostrarles a los demócratas, siempre bajo sospecha de "buenismo", lo que es en realidad el pueblo profundo: une jauría habitada por una pulsión primaria de rechazo que apunta, al mismo tiempo, a los gobernantes declarados como traidores –porque esa mayoría no comprende la complejidad de los mecanismos políticos– y a los extranjeros, a quienes teme por un vínculo atávico a un marco de vida amenazado por la evolución demográfica, económica y social.

La noción de populismo efectúa sin grandes dificultades estas síntesis entre un pueblo hostil a los gobernantes y un pueblo enemigo de los "otros" en general. Para ello, debe poner en escena una imagen del pueblo elaborada a finales del siglo XIX por pensadores como Hippolyte Taine y Gustave Le Bon, espantados por la Comuna de París y el ascenso del movimiento obrero: la imagen de las masas ignorantes impresionadas por las sonoras palabras de los "guías" y guiadas a la violencia extrema por la circulación de rumores incontrolados y de miedos contagiosos.

Estos desencadenamientos epidérmicos de masas ciegas arrastradas por líderes carismáticos estaban evidentemente muy lejos de la realidad del movimiento obrero que intentaban estigmatizar. Pero tales desencadenamientos tampoco son apropiados para describir la realidad del racismo de nuestras sociedades. Sean cuales sean las quejas expresadas cada día respecto a los que llamamos inmigrantes y especialmente los "jóvenes de las periferias", el caso es que esas quejas no se traducen en manifestaciones populares de masas.

Lo que merece el nombre de racismo actualmente en nuestro país es esencialmente la conjunción de dos cosas. Primero, las formas de discriminación en el momento de un contrato laboral o de vivienda que se ejercen perfectamente en oficinas aseptizadas, al margen de toda presión de las masas. Es asimismo toda una panoplia de medidas de Estado: restricciones en la entrada del territorio, rechazo a dar papeles a las personas que trabajan, cotizan y pagan impuestos en nuestros países desde hace años, restricción del derecho a la nacionalidad, doble condena, leyes contra el pañuelo y el burka, tasas impuestas de traslado a la frontera o de desmantelamiento de campamentos de nómadas.

A ciertas almas piadosas de la izquierda les gusta pensar que esas medidas son una concesión desgraciada que nuestros gobiernos hacen a la extrema derecha "populista" por razones "electoralistas". Pero ninguna de esas medidas ha sido adoptada bajo la presión de movimientos de masas, sino que forman parte de una estrategia propia del Estado, propia del equilibrio que nuestros Estados se esfuerzan por garantizar entre la libre circulación de los capitales y los obstáculos a la libre circulación de las poblaciones. Son medidas cuya finalidad esencial es, efectivamente, precarizar a una parte de la población en lo referido a sus derechos como trabajadores o ciudadanos, constituir una población de trabajadores que en cualquier momento puedan ser enviados de vuelta a sus casas y, en el caso de Francia, de franceses a quienes no se les garantiza que lo sigan siendo.

Estas medidas vienen apoyadas por una campaña ideológica que justifica esta disminución de los derechos mediante la evidencia de una no-pertenencia a los rasgos que caracterizan la identidad nacional. Pero no son los "populistas" del Frente Nacional lo que han iniciado esta campaña. Son intelectuales –de izquierda, según dicen– que han encontrado el argumento imparable: esas personas no son realmente francesas porque no son laicas. La laicidad que definía antaño las reglas de conducta del Estado se ha convertido, por tanto, en una calidad que los individuos poseen o no poseen en razón de su pertenencia a una comunidad.

La reciente "salida de tono" de Marine Le Pen, a propósito de esos musulmanes rezando que ocupan nuestras calles como los alemanes entre 1940 y 1944 es, a este respecto, muy instructiva. Una afirmación que, en efecto, condensa en una imagen concreta toda una secuencia discursiva (musulmán = islamista = nazi) que aparece por todas partes en la prosa llamada republicana. La extrema derecha llamada "populista" no expresa una pasión xenófoba específica que emana de las profundidades del cuerpo popular, sino que es un satélite que gestiona en su beneficio las estrategias de Estado y las campañas intelectuales distinguidas.

Nuestros Estados fundamentan actualmente su legitimidad en la capacidad de garantizar la seguridad. Pero esta legitimación tiene por correlato la obligación de mostrar constantemente el monstruo que nos amenaza, de mantener el sentimiento permanente de inseguridad que mezcla los riesgos de la crisis y del paro con las nevadas o la formamida para culminarlo todo con la amenaza suprema del islamista terrorista. La extrema derecha se contenta con poner los colores de la carne y de la sangre en los retratos estándares dibujados por las medidas ministeriales y por la prosa de los ideólogos.

Así pues, ni los "populistas" ni el pueblo puesto en escena por las denuncias rituales del populismo responden verdaderamente a su definición. Sin embargo, poco importa esto a los que agitan tal fantasma. Más allá de las polémicas sobre los inmigrantes, sobre el comunitarismo o el islam, lo esencial para ellos consiste en amalgamar la idea del pueblo democrático con la imagen de la masa peligrosa.

Y también consiste en concluir que debemos ponernos en manos de los que nos gobiernan y que toda contestación de su legitimidad y de su integridad es una puerta abierta a los totalitarismos. "Más vale una república bananera que una Francia fascista", decía uno de los eslóganes anti-lepenistas más siniestros en abril de 2002 [cuando Le Pen pasó a segunda ronda en las elecciones presidenciales junto a Lionel Jospin, socialista]. La polémica actual sobre los peligros mortales del populismo tiene como objetivo fundar en teoría la idea de que no hay otra opción.

Otro artículo de Jacques Rancière en 'Interferencias':